Siempre me fascinó uno de los últimos posts del ¿extinto? diario de Ann O’nadada. Me parecía una forma perfecta de dejar el blog, aunque un buen día decidió recuperarlo con una entrada y no se volvió a saber más. Ahora me toca a mí saber si volveré a escribir aquí, en una época en que los blogs personales han medio dejado de interesarme, y en la que estoy más a otros temas y a otras cosas que a la comunicación por Internet en sí. Tengo Facebook, pero apenas lo uso; tengo Twitter, pero me parece un rollo; me hice un Tuenti y jamás lo usé; mi Myspace está abandonado no, lo siguiente… y así en muchos países.
El pasado jueves fue mi cumpleaños. Ya me ha caído el cuarto de siglo, 25 añazos. Como dice Piscu, he dejado de ser un yogurín, así que ya nada. De niña a mujer, como la canción aquella de ese hombre peremne en su máquina de rayos UVA. No me preocupa, no me molesta cumplir años. De hecho, me encanta. La tarde anterior recibí a Cookie, un croata-alemán que conocí hace dos semanas mientras buscaba piso (él) en Madrid, porque venía a estudiar español dos meses. Vino con sus maletas y todo a buscarme al trabajo, y me lo llevé a casa, que el pobre no podía entrar en su nuevo piso hasta el día 1.
Este chico lo tiene todo para encandilarme y que yo me vuelva gilipollas, a saber:
– Es guapo. Igual no en el sentido estricto de la palabra, pero a mí me resulta monísimo.
– Es inteligente.
– Es divertido, mucho, y me lo paso muy bien con él.
– Aunque acaba de dejar su trabajo en una importante empresa de Internet (y cuando digo importante, es muy importante) y no tiene ningún tipo de prisa por marcharse, lo hará antes o después, así que la fecha de caducidad está marcada desde el principio.
– Tiene pareja en Berlín, aunque esto no me ha quedado muy claro qué tipo de relación es.
Llevo varios días dándole vueltas al asunto. ¿Qué coño hago? Vaya rollo. Hay veces que te sientes así, en una especie de diatriba bastante estresante. ¿Me lanzo completamente a lo loco o echo el freno? ¿Qué es lo más sensato? Sin lugar a dudas, echar el freno, por lo que pudiera pasar. ¿Y qué es lo que me apetece? Pues darlo todo, como antaño cuando los viernes iba al Ochoymedio. Por suerte tengo amigos que me dicen cosas como «disfruta, que estás en lo mejor» y «todavía eres joven como para preocuparte de cosas difíciles, aburridas y que, en el fondo, no son interesantes. Olvídalo y to’ p’alante«.
Pues eso, que todo para alante.
Y que después de unos meses bastante asquerosos anímicamente hablando, here we are. Again. Y esta vez, prometo no jodérmelo yo mismo, que vaya chapa me doy.