Resulta que el sábado estuve en la fiesta de despedida de un amigo mío que se marcha a vivir a Berlín (que me da una pena que no os la podéis ni imaginar, porque entre otras muchas cosas es uno de los amigos a los que más quiero y un gran partner para el Ochoymedio), así que organizamos unos vinos y cañas para celebrarlo. Nada de despedidas, que además volverá en breves por unos temas y unas cosas que ya iríamos comentando. Total, que estábamos en El Naranja todos de risas y tal y viene un amigo mío (diferente) al que llamaremos E. porque me ha pedido por favor que suprima su nombre real de toda esta historia.
A lo que íbamos, que viene y me dice que le ha cogido una poquita de marihuana a su novio y que le apetece fumársela, pero que no puede porque no sabe liarse un porro. Yo no es que sepa liarme porros, pero en Bélgica, cuando me quedaba sin dinero, fumaba tabaco de liar, así que tengo certain skills en la materia. Le digo que sí y cogemos nuestras chaquetas para irnos a la calle.
Mientras caminamos hacia un rinconcito, bromeamos con la posibilidad de que nos pille la policía y después con lo bien que nos va a sentar el porro. «Yo no voy a tomar», digo desde un principio. «¿Y eso? Venga, anda, dale un par de caladas», me dice él. «No, no, no… me sienta fatal, me da mucha tos y no me gusta nada. Yo te lo hago y veo cómo te lo fumas». Así que nos disponemos a hacer el porro, ya sabéis, as usual, como dos perroflautas más. Cuando voy por la mitad, aparece un coche de policía. «Oye, oye, la poli!» me dice E. Como somos novatos e inexpertos en la materia, nos ponemos nerviosos, yo escondo como puedo el porro y nos quedamos los dos mirando al coche de policía del palo «sí, estamos haciendo algo ilegal». Como unos verdaderos tolais.
El coche de policía se para en plena calle. «¿Sabéis que está prohibido consumir en la vía pública?». Yo hago un esfuerzo «No, no lo sabíamos». «¿Qué más lleváis?». «Nada». «No me lo creo», y aquí casi me entra la risa. Pues regístreme, señor agente, si soy niñomilagro, no puedo tomar drogas… ¡y ni siquiera me estaba liando este porro para mí!, pensé, aunque no llegué a decirlo. Pues el agente, ni corto ni perezoso, se baja del coche y me pide que me saque todo de los bolsillos.
Yo obedezco, que a la autoridad hay que tenerla contenta, mientras rememoro la cantidad de veces que me he pajeado viendo escenas de porno similares, en las que al final el detenido, el policía o ambos terminan sodomizados y disfrutando como perrillas. Esta escena tiene bastante menos erotismo y radicalmente menos gracia, que a mí ya me empiezan a temblar las piernas. Me saco todo de los bolsillos y el tío me registra cosa por cosa. «Si te encuentro algo, te voy a tener que denunciar». Y yo a punto de decir «busca, busca, que si lo encuentras el primer sorprendido voy a ser yo», pero mejor me callé, no vaya a ser. Estuve a un tris de contarle la historia tal y como era, tal y como os la estoy contando a vosotros, pero no me iba a creer porque tengo cara de drogota (en las discotecas siempre me piden de todo o me preguntan quién vende) así que me callé por segunda vez.
El poli me registra la cartera y el otro registra a E. Nos preguntan si hemos estado detenidos alguna vez (por favor, ¡si soy un ciudadano ejemplar!) y me informan de que si me denuncian, la multa puede ser de 300€. Hubiese sido divertido haber tenido que pagar 300€ por liarle un porro a un amigo, desde luego. Después de verificar que en mi cartera sólo hay tarjetas de crédito, un DNI electrónico de los nuevos, un carné de conducir, poco dinero y muchos tickets de los regalos de Navidad y quedarse mirando fijamente a mi móvil rosa como dándose cuenta por primera vez de la situación, empezamos con mi cuerpo. Bolsillos, paquete, torso, zapatos… El tío lo quiere ver todo, que no se cree que yo no sea un drogota. Guay, no tengo nada que esconder y todo lo que ha encontrado y que podría parecer droga es una pastilla de Fortasec perdida en mis bolsillos (?).
Los tipos terminan de registrarnos y se quedan un poco con cara de «vaya rollo, hemos perdido un tiempo precioso». En esto que veo que Kurai ha presenciado toda la escena porque he quedado hace cinco minutos con él, así que le hago señas con la cabeza para que entre al bar, que ya si eso me reuniría con él. Él pone cara de «no entiendo nada» y se marcha. Cuando le conté la historia, más adelante, las carcajadas fueron monumentales. Bueno, que ya acabamos: al final los maderos deciden dejarnos ir sin multa ni nada, porque… ¿qué es lo que se ve a la legua? Pues que somos unos pringaos, está clarísimo.
Definitivamente, me pregunto si la policía no tendría nada mejor que hacer que registrar a dos tolais que se están haciendo un porro. Porque vaya cantidad de tiempo perdido, amiguitos. Así que ya sabéis, queridos niños: si queréis fumar algo ilegal, que sea en vuestra santa casa.
[Mood: Hasta el **** de mi jefa]
[My iPod says: Triángulo de Amor Bizarro en bucle, para el concierto del viernes]